lunes, 10 de enero de 2011

"Balada triste de trompeta" ¿como estan ustedeeeeeees?

No es de extrañar que Quentin Tarantino no cupiera en sí de gozo tras el visionado de “Balada triste de trompeta” en Venecia, festival del que la película volvía con los premios a la mejor dirección y al mejor guión bajo el brazo. Y es que ante todo, si para algo sirve la última superproducción española es para confirmar a Álex de la Iglesia como el cineasta más en forma del panorama español, afirmación que perdía enteros con el anterior trabajo del bilbaíno (“Los crímenes de Oxford”) pero que ahora recupera todo su vigor con el que es uno de los más interesantes productos de su carrera.
  Balada
Arriesgada, diferente, exigente y estimulante, “Balada triste de trompeta” es al cine español lo que “Malditos bastardos” al norteamericano: el principal y más reciente ejemplo de que aún existen artistas de verdad entre quienes dirigen sus films al gran público; quien se lanza a proyectos sumamente osados buscando sorprender, reinventarse y actuar desde la inteligencia, sin por ello olvidarse de una taquilla a la que pegarle el mayo mordisco posible.
El resultado puede salir más atinado unas veces que otras (y en el caso que nos ocupa, no sería lícito pasar por alto los diversos errores en los que cae), pero de lo que no hay duda es de que son éstas las cintas por las que merece la pena desembolsar el dinero de la entrada; son éstas las que deben ser reivindicadas y cuidadas por su fuerza, su carácter único y esa coletilla del “no dejar indiferente”, que adquiere aquí su máximo valor.

Balada triste de trompeta

Disfrazada de muchas cosas y escondiendo otras tantas bajo la máscara, resulta imposible etiquetar a “Balada triste de trompeta” y definirla en un único género. El entramado, arrancando en plena Guerra Civil, sigue los pasos de un niño que ve cómo su padre, payaso de profesión, es apresado por las tropas franquistas y condenado a una vida de penuria. Con el paso del tiempo, ese niño va creciendo y acaba por recoger el legado de la familia convirtiéndose en el payaso triste, y adoptando como máxima uno de los consejos de su progenitor: la venganza es la única solución eficiente.
A partir de ahí, la acción se traslada a los 70, cuando ese payaso triste y condenado a la locura se enrola en las filas de un circo ambulante, donde conoce al amor de su vida que a es su vez pareja del payaso tono, líder del equipo y principal atractivo para el público.
Descabellado argumento sin duda, al que se une el estilo camaleónico del que se sirve a De la Iglesia, oscureciendo y espolvoreando la imagen, recurriendo a desasosegantes y enfermizos primeros planos, alterando colores o planteando las secuencias de acción explícitamente violenta.
Todo ello para dar buena muestra de una España grotesca, caracterizada (o mejor, personificada en la figura de la guapísima actriz Carolina Bang) con alma variante, indefinidos sentimientos y total indefensión ante los abusos de cualquiera, y tan risible como aterradora. En definitiva, la imagen que más o menos todos tenemos de un payaso, especialmente gracias a películas como “It” o “La casa de los 1000 cadáveres”. El propio Santiago Segura (padre del protagonista) se encarga de esclarecer el asunto haciendo alusión a la doble labor de la tarea de su hijo: si no puedes hacerles reír, que se caguen de miedo, le dice.
 
Necesarios para el correcto engranaje de la máquina, por supuesto, actores a la altura. Ahí está Carlos Areces, no sólo dispuesto a convertir en deporte olímpico el desnudo con bata de hospital (ver los secretos de su fisionomía significa puro delirio cómico), sino a demostrar también que a día de hoy no hay mejor actor tragicómico en todo el país. Su orondo rostro triste, su mirada apagada de niño roto y su sonrisa hacia abajo significan el complemento perfecto a una actuación perfecta, inolvidable y digna de Goya para el mejor de los muchachados. Y a su lado, Antonio de la Torre (alocado, desfigurado y/o maquillado la mayor parte del tiempo), Enrique Villén o Sancho Gracia completan el horrible retrato a las mil maravillas.

Acabo pues, recomendando encarecidamente el visionado de la que probablemente sea la mejor película española del año (con permiso de “Buried”), y que sin ser perfecta acaba transformándose en puro gozo para todo el que vaya al cine con el deseo de ser sorprendido.
Original, exagerada, incomparable... Sólo hay una pregunta, maldita ella, que no consigo sacarme de la cabeza: ¿por qué demonios no ha sido ésta la elegida para representar a España en los Oscar?
 
Valoración: 4 de 5
 
Por: Dakkar

No hay comentarios:

Publicar un comentario