miércoles, 30 de marzo de 2011

Crítica de la semana: "Prince of Persia: las arenas del tiempo" película de aventuras fácilmente digerible

El mundo de los videojuegos y el cine no se llevan bien. Cada vez que se estrena una película basada en videojuego, yo y miles de gamers nos llevamos las manos a la cabeza debido a la mala calidad de la misma, y es que de momento se cumple la norma: película basada en un videojuego es para echar a correr. ‘Prince of Persia: Las arenas del tiempo’ (‘Prince of Persia: Sands of the Time’, Mike Newell, 2010) es la adaptación del popular videojuego, una superproducción de más de cien millones de dólares que el todopoderoso Jerry Bruckheimer pretende convertir en una saga al estilo de la de los piratas del caribe de la que una cuarta parte ya es una realidad. El film posee todos los ingredientes que parecen saciar las inquietudes del espectador habitual, ésas que conoce muy bien Bruckheimer.

Jake Gyllenhaal da vida al príncipe Dastan, que unirá sus fuerzas a la princesa Tamina, protectora de una daga muy especial que permite viajar en el tiempo. Tal poder en las manos equivocadas podría traer la muerte el mundo entero. Ésa, en base, es la simple premisa de ‘Prince of Persia: Las arenas del tiempo’, producto que argumentalmente no supone un galimatías de ningún tipo. Los guionistas optan pues ya no por un sencillo argumento de aventuras, sino por algo totalmente simple, escueto y plano.

A medio camino entre un acróbata de circo y un experto en parkour, Dastan se mueve por la pantalla con una agilidad y habilidad increíble, con saltos imposibles y piruetas de lo más vistosas.
Por supuesto, esto supone un importante aliciente para hacer las escenas de acción mucho más espectaculares, como bien se puede observar en el primer asalto a la ciudad de la Princesa Tamina o la posterior persecución cuando Dastan huye de ella.
En relación a esto, el punto fuerte son también las atractivas coreografías, aunque a veces el movimiento de cámara no deje apreciarlas en toda su plenitud.
Las peleas están muy logradas, aprovechando los elementos al alcance de los personajes y la destreza tanto del propio Dastan como de los Hassassins, una oscura secta de asesinos que irán detrás de nuestro protagonista para arrebatarle un poderoso objeto (resulta curioso que hayan quitado a los monstruos de arena para poner a estos nuevos enemigos), una daga que otorga el poder de viajar en el tiempo, y que hasta el momento había estado a buen recaudo en el palacio de Tamina.
Precisamente, esta daga es la que desencadena toda esta aventura; unos para arrebatársela a Dastan y a Tamina y éstos últimos para devolverla al lugar donde pertenece, y de paso arruinar los planes de su infame enemigo, el visir Nizam (que aunque intenten jugar la despiste, ya sabíamos de antemano que sería el villano de la función).
El guión, escrito a tres manos entre los que se encuentra el creador del videojuego, es bastante justito, y está enfocado única y exclusivamente al puro espectáculo, sin pararse a pensar demasiado en los personajes o en si algunas de las cosas que se suceden quedan bien explicadas.
Por otro lado, Mike Newell, poco entrenado en esto de dirigir superproducciones de tales magnitudes, confunde ritmo con velocidad, y todo se muestra en pantalla de una forma un tanto precipitada. De todos modos, consigue controlar todo el despliegue de medios sin que se le vaya de las manos.
Para empezar, tenemos un mini resumen de los orígenes de Dastan.
Basta decir que la adopción ‘así por las buenas’ de éste por parte del Rey Sharaman tiene una justificación un poco endeble (la nobleza y valentía del huérfano impresionan al monarca…  ¡pues adoptémosle!). 
 La historia parece ofrecer ciertas diferencias respecto al videojuego homónimo, aunque gran parte de la trama creo que se mantiene, y sólo algunos detalles son alterados (la orígenes y nombres de algunos personajes y otros aspectos relacionados con objetos poderosos o monstruosas criaturas de las que aquí se prescinde). De todas formas, el visir sigue deseando el trono,  y Dastan y Tamina (en el juego, farah) siguen enamorándose aunque al principio no confíen demasiado el uno en el otro.

En relación a esto último, cabe decir que la relación de desconfianza, continuas traiciones y puyas de la pareja resulta simpática y da juego constantemente. De hecho, el humor es un punto clave de la película, ya que esto se presenta como un film de aventuras distendido y campechano, donde prima la acción y el divertimento más liviano y simplón. No por ello va a ser mala por defecto, pero sí es cierto que con un poco más de calma y unos personajes con más trabajados se podría haber logrado algo mejor, al estilo de ‘La Momia’ o ‘Piratas del Caribe: la maldición de la Perla Negra’, películas que con un tono y una fantasía similares, superan ampliamente a esta propuesta.
Y teniendo en cuenta que con el Príncipe de Persia se busca una nueva franquicia relevo a la de los piratas caribeños, más les vale que la próxima vez los guionistas se esfuercen un poquito más. Tanto como el resto del equipo lo ha hecho en cuestión de ambientación, vestuario y decorados, que todo hay que decirlo, está muy conseguido.
Los efectos especiales son convincentes la mayor parte del tiempo. Quizá haya alguna escena más cantosa (el flashback con el tigre), y todos sabemos que elementos como el fuego, el agua o en este caso la arena son siempre difíciles de plasmar con absoluto realismo en pantalla, pero en términos generales, podemos hablar de un resultado satisfactorio.

Pero lo más destacable es, sin lugar a dudas, el gran trabajo de Harry Gregson-Williams a cargo de la banda sonora, adecuada ésta al lugar en el que transcurre la cinta, como sonidos muy orientales, sin abandonar ese tono épico que caracteriza a este tipo de partituras (destaca, en especial, una poderosa percusión). En algunos momentos puede llegar a recordar a la también magnífica composición que realizó el maestro Jerry Goldsmith para la citada Momia de Stephen Sommers.
La guinda la pone Alanis Morissette con ‘I Remain’, tema que podemos escuchar en los créditos finales.
En cuanto al reparto, decir que todos cumplen con el trámite. La actuación más destacable probablemente sea la de Alfred Molina, gracias a su simpático personaje y a su buen hacer como habitual secundario de lujo.
Jake Gyllenhaal aprueba en este primer trabajo de peso como héroe de acción. Es evidente que le faltan algunas tablas -y un poco carisma- en este campo, pero pese a todo se desenvuelve bastante bien, y se nota que físicamente se ha preparado a conciencia para encarnar a Dastan.
Una bellísima Gemma Arterton hace lo propio con su personaje, poner morritos y poco mas. Ben Kingsley, que ya tiene experiencia haciendo de villano, lleva a cabo su rol sin esfuerzos, aunque da la sensación que se le podría haber sacado más partido, al igual que al líder de los Hassassins, interpretado por el islandés Gísli Örn Garðarsson.

Y finalmente tenemos a un correctísimo Toby Kebbell como el Príncipe Garsiv, hermano de Dastan y jefe del ejército persa. ‘Prince of Persia: Las Arenas del Tiempo’ es la típica producción de Jerry Bruckheimer, con poca chicha pero aún así espectacular y entretenida. Una película de aventuras fácilmente digerible, con sus dosis justas de atractivos efectos especiales, trepidante acción, humor y romance.

No causa vergüenza ajena, que ya es mucho viniendo de un videojuego

Por: Dakkar

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