miércoles, 26 de enero de 2011

"Amor y otras drogas" no es otra estúpida comedia romantica

Director de cine epico como El último samurai o Diamante de sangre , Edward Zwick presenta esta comedia romántica que se sitúa por encima de la media de las recientes películas pertenecientes a ese maltratado género. Medicinas, amor, sexo y buena química entre sus protagonistas, Jake Gyllenhaal y Anne Hathaway.


Ofrecer, ofrece una comedia sexual más que una comedia romántica. Una historia de relaciones afectivas a dos cimentada si no en el intercambio de fluidos, al menos sí en las interrelaciones con la cama como centro de operaciones. Romanticismo rated R en el que los personajes vuelan bajo nubarrones más que situarse por encima de ellos, por ahí donde campaba la celestial inhumanidad de las movidas de Tom Hanks y Meg Ryan. 

Aquí Jake Gyllenhaal y Anne Hathaway maldicen, y follan sin problema y sin más tapujo que el del corte de montaje oportuno que llega un pelín más tarde de lo habitual. En palabras del pueblo, y el pueblo sabe de esto un rato, los protagonistas de "Amor y otras drogas" enseñan carne en proporciones generosas.
Se agradece, porque son jóvenes, guapos y carismáticos. Estupendos actores, buenos cómicos y conforman una pareja maja, maja. Con innegable química, complicidad y capacidad de enganche. Si hasta se encuentran cara a cara y logran poner en práctica intercambios dialécticos divertidos, casi puntiagudos, directamente deslenguados.


Para terminar de redondear la jugada, él busca convertirse en un asqueroso crápula (representante farmacéutico de hipócritas maneras) y a ella la sobrevuela un destino trágico. Un milagro casi. Una comedia chica-chico que pasa muy fina, está bien hecha y encima es comercial.
El macarra visitador médico que de la noche a la mañana se convierte en Dios gracias a la palabra "viagra" empieza a tornarse de repente en un idiota sentimental. Y el argumento en la excusa para una dramedia de medio pelo y vocación televisiva.


Y al final todo desemboca en una serie de preguntas de incómoda resolución. ¿Por qué una película sobre el tipo que hizo empalmar a América termina con tan poco vigor? ¿Por qué contar en dos horas lo que podría ser un polvete rápido de comedia sexual, visto y no visto, y ganar en efervescencia? ¿Cuánto juego podría haber dado una historia más centrada en el mundo de los visitadores médicos más carroñeros? Vamos, que ¿por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?
Y una posible respuesta a esto último. Que por mucho que cambien las representaciones cinematográficas de la pareja afectiva a lo largo del tiempo, uno siempre tiene una certeza: la vida es tan jodidamente aburrida que al final todo termina siguiendo el mismo aburrido modelo. Descorazonador.








Puntuación: 3 de 5

Por: Dakkar

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